THE THIN RED LINE (1998)


Terrence Malick se las da de mucho café con leche y a veces es el expreso más rendido y desabrido y en otras, cuando la suerte, la inspiración o su mano divina se lo permite, hace maná del cielo. Es un director pretencioso en el sentido de pretender que cada fotografía, escena o dialogo sea una especie de observación sobre la belleza y dramas humanos, mientras que un poema en narración en off es leído mentalmente. Cuando quiere maravillar y expresar una narración que le sale lógica, entendible y cuando cautiva al espectador por saber que pasa más allá de la enorme belleza de su puesta en escena, es cuando le salen obras maestras del cine. El árbol de la vida es una de mis películas favoritas de todos los tiempos y me conmueve hasta lo más profundo, pero sé que lleva años y varias películas utilizando esa plantilla y se nota siempre. Se repite horrible a sí mismo y no sabe a veces de emociones, sino que esas meditaciones tienden a ser frívolas.

En la delgada línea roja cae en momentos de intimismo, discurso y poesía de los personajes donde se pasa de romántico y aburrido, y en otros momentos suben increíbles las emociones y se siente una belleza contemplativa que mantiene interesado al espectador. Conmovido. La historia a veces no se entiende, y en otras es muy clara donde su fotografía reluce con movimientos sobre los pastizales y acción muy bien llevada por la ubicación y velocidad de la cámara. En otras ocasiones pone planos de Jim Caviezel innecesariamente largos, examinando su rostro mientras muestra la belleza de la naturaleza, y a veces la actuación te saca por las limitadas interpretaciones llevadas por exageraciones de otros actores que no terminan de convencer. 

Adrián Brody iba a protagonizar esta película y al final quedo como un extra, Mickey Rourke era un coprotagonista importante y fue eliminado por completo de ella. Finalmente, en la sala de edición el que se quedó con el protagónico fue Jim Caviezel cuya actuación emblemática impulsaría el resto de su carrera. Malick trabaja de esa forma, de forma errática, problemática y abusiva en la sala de edición con sus propias ideas originales y sobre todo con los actores. 

Sin embargo, Sean Pean es el mejor de este casting donde seguramente todos y cada uno de los actores masculinos de la década siguiente, estuvieron presentes. La razón es su actuación fresca ante tanto esquema. Es una gran película, que narra emociones, duelos, espíritus, fe, conflictos, la muerte, el dolor y mucho más, con una gran y pretenciosa espiritualidad y unos planos preciosos. Una fotografía de una guerra que trata de hacer filosofía que no es por nada, pero funciona por estado de gracia o suerte en esta ocasión.  


★★★★

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