ATTACK ON TITAN

 


Este no es un anime normal. Si lo fuera, no habría razones para no haberlo convertido en uno de esos Shōnen de Mechas de los de siempre y para no haber tenido como personaje principal a Levi, porque es el todo poderoso. Esto va de mechas, pero se mete en el lado de Neon Genesis Evangelion y luego pasa aún más allá para hablar de sangre, musculo conflicto racial y vísceras. Es un anime excepcional. Es un anime que tiene un final claro, un final que se le ve desde el principio, un objetivo, una meta, una lógica de la historia de un punto A hacía un punto B sin rellenos y que arma toda su narrativa desde la mitad de ese camino. Luego, al llegar a B planea mucho más como epilogo no solo para cerrar todas las preguntas necesarias sino para poner el verdadero problema y conflicto sobre la mesa. Aquí empieza la cuarta temporada, en la solución del conflicto. Le tomó todos estos años para establecer la solución del problema.  

Shingeki es un anime de 3 de temporadas con 4 partes en total debido a que la tercera se partió en dos tandas. De la primera a la segunda hay cuatro años de diferencia, años que son inexplicables y muy dolorosos para los fans, lo que permitió que la fuerza del oleaje de su primera temporada quedara sin impacto en la segunda. Las cosas se enfriaron para muchos y unos pocos no soportaron el tramo final de la temporada 3.1, donde evidentemente las cosas se pusieron densas por el paréntesis que se toma en la narración de la historia.  

Tiene defectos: creada por Hajime Isayama en su primera temporada tendió a crear lugares comunes para definir la personalidad de sus protagonistas. Alcanza lugares fastidiosos, algunas veces, basados en las crisis existenciales llenas de dialogo exagerado y muchas frases lastimeras. En la primera temporada hay mucho de “¿Voy a morir?” “¿Por qué tengo que morir?” “¿Qué hago para no morir?” pero nada de acciones concretas. Es crear un marco lastimero para luego matar a los personajes e impactar al espectador. Isayama le quita demasiada dignidad a sus extras por más pequeños que los haya creado, matándolos con mucho morbo. Tiene una manía por hacernos palidecer en el mal. Tortura al que muere, lo deja reducido, lo desecha como basura cuando se le invierten emociones o tiempo. Luego, este problema se supera en la segunda y mejor temporada que la primera. Mejora en lo narrativo, pero sin el golpe que significó la novedad. 

Las quejas de que los personajes son simplemente carne de cañón, no son generadas por el hecho de que ningún personaje deba morir sino que a su autor le gusta dibujarlos deformados en el terror, con esa morbosidad simple en las muertes que representa. Morbo de sangre, vísceras y caras de terror. Asustar de más, sobre el mal exterior que ronda, cuando no es necesario. Unas cuantas tomas y demostraciones de los titanes es más que suficiente. Se recrea demasiado ahí.  

La serie también sufre mucho con los clichés del anime, con las risas locas, con los estereotipos de los personajes, la exageración de los eventos, la locura, el infantilismo, los lugares comunes de “el no retroceder nunca rendirse jamás” de los animes de su estilo y muchos gritos. En el anime se grita mucho para resistir y para tener ese positivismo irracional y demás. Intenta demasiado por llegar a los jóvenes y por impresionarlos con sus tácticas.

Pero tiene aún mejores virtudes: Attack on Titan no tiene un villano claro durante muchas temporadas, pero no lo necesita porque se basa totalmente en solucionar el misterio que crece en escala constantemente, mientras que salen de su territorio. Y es que la serie se desarrolla en muy poco tiempo, pero lo que sucede es una cadena de descubrimientos y un ritmo de eventos que van encantando al espectador. Es un Shōnen que en su narrativa no le interesa mucho las luchas o las peleas sino las revelaciones y lo épico de las victorias al terminar de cumplirlas. La narrativa de “alcanzamos un paso más hacia la verdad” de Erwin es la base de la serie y los espectadores se van adueñando de esa verdad. Nosotros también queremos saber qué había en el sótano. 


Si pudiéramos resumir la trama es simplemente la idea de saber qué hay más allá de los titanes en la partida, luego saber qué es lo que pasa en ese mundo. Con la tercera temporada nuestras ganas pasan a la idea de saber qué hay en el sótano del padre de Eren y finalmente recordamos que el impulso emocional de la serie es llegar al mar. Si pudiera simplificarse la historia podría decirse que dos muchachos quieren llevarle la idea de ir al mar a su mejor amigo, pero unos gigantes come-hombres lo evitan. Claro, porque los personajes, que son pocos comparados con un Naruto, por ejemplo, son interesantes, marcados y definidos. Y también por que el duelo del protagonismo se pasa entre bandos, entre héroes, entre Eren y Armin, la columna estructural para que los espectadores se apropien de los problemas. Isayama tiene gran mérito porque Armin es nuestro amigo imaginario, nos apropiamos de él, de sus valores morales, de su inteligencia, de su miedo y de su valentía. Armin es como un coequipero que nos soluciona los problemas viéndolos desde afuera, mientras que nosotros peleamos. Esa apropiación es el resultado final de escribir un personaje que es profundamente humano siendo el más pequeño, el más joven, el que no tiene ningún super poder o antecedentes especiales. Armin, es uno de nosotros. 

Luego esta lo fuerte que significan los eventos de la serie. El tema militar, las luchas o todo lo relacionado con las peleas con Mikasa pese a que están increíblemente bien hechas y animadas no son tan fundamentales, es decir, ver a Levi pateando traseros no es tan importante como entender una parte más del entramado. Es raro ver a la gente disfrazada de soldados o llevándose las manos al pecho diciendo “¡Sasageyo!” cuando se ha hablado de que el militarismo es horrible o alabar a los villanos cuando no sabemos nada de ellos. Ahí no está el verdadero sabor de la serie, la verdadera fortaleza. Se siente que la conversación de sus virtudes narrativas no es suficiente al final de la segunda temporada cuando todo empieza a coger sentido y luego cuando empieza a hablar mucho sobre temas como el conflicto político y los soldados inmiscuyéndose en una guerra de razas de miles de años que recuerda mucho a Israel y Palestina, el genocidio judío y la segunda guerra. Son temas muy profundos de los que habla con mucha virtud y muy poco se sigue esa conversación. Es interesante que un anime de este tipo lo entienda y lo hable aún utilizando mechas, titanes y fantasía. 

Aun así, la serie logra muchísimo en el tramo final de la tercera temporada porque nunca es mejor que ahí. La muerte de Armin y sobre todo el capítulo de la decisión de la jeringa es a mi modo de ver los dos mejores capítulos que le haya visto a una serie japonesa en mi vida. Isayama dice que no dibuja mucho, cuando sí. Pero lo que sí sabe hacer, es escribir. Escribir sus personajes aceptando estas decisiones y volviéndolos más sólidos con estos increíbles giros y desarrollos, con este complemento de la historia y por ejemplo para que Levi haya sustentado tan bien la decisión que tomó con la jeringa, escribir para que entendamos la dimensión del conflicto. Que nos apropiemos de ese duelo.  

Attack on Titan es ir ganando de a pasos una guerra perdida y el alivio de cada victoria es una posibilidad para que los personajes tengan más tiempo de vida. Las victorias son super ricas por el funcionamiento de los planes que cambian y la satisfacción de la animación que baja muy pocas veces se reparte con la formidable banda sonora que se interesa por el rock sinfónico y la música clásica mezclada con coros de batalla y sintetizadores. La serie además tiene un particular tono de dolor, de medidas extremas, de sacrificar todo o nada y de entablar unos duelos morales en el genocidio y la muerte que apropia a Eren con una filosofía casi de Maquiavelo.  

El querer saber qué pasa es demasiado importante en esta serie y nosotros como si siguiéramos un rastro de pan llegaremos con gusto al final. Saber qué pasa con este conflicto y sobre todo con sus personajes, saber que pasa más allá de la isla en ese nuevo mundo enemigo y volver a alcanzar este 7 de diciembre, cuando se estrene la ultima temporada (seguro se partirá en dos tandas) la épica de sus peleas para acabar por fin de resolver los entramados de este universo tan bien construido.

¿Entonces cómo el Búho sabe de la existencia de Armin y Mikasa? 



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