PÁJAROS DE VERANO (2018)


Su puesta en escena es completamente inmersiva y creíble, su historia, sus personajes, su vestuario, el esquema de sus actuaciones y limitaciones para la cámara y el cine, sus expresiones profundamente creíbles, identificables, místicas y encantadoras. No encuentro palabras para maravillarme por la soltura de los ancianos y los actores naturales, de la potencia del matriarcado místico y de la validez de la palabrería. El valor en el hecho de que cualquier espectador logre entender esos rasgos de una cultura sin esforzarse, es para mí, meritorio.

Sobradas las actuaciones de José Acosta como Rapayet y de la actriz Carmiña Martínez como Ursula quien llega a profundizar su personaje hasta el antagonismo más ruin y obstinado. Los personajes logran desarrollarse, el ritmo al contrario del Abrazo de la Serpiente es más llevadero, ligero y emocionante, manteniendo al espectador sin distraerse con sus pensamientos de una Colombia que conocemos para mal, tan bien.

Sin embargo, hay elementos evidentes: como el abuso de la violencia, y la acción, las armas en la tradición de cartel de nuestra más profunda idiosincrasia y cosas que rayan con la sobre actuación, como el personaje de Moisés que no luce muy seguro en sus diálogos e interpretaciones y el final del quinto acto, que termina saturándose en una resolución demasiado rápida, demasiado triste, demasiado violenta. Es un final que se llena de "demasiados".

Pájaros de Verano es el producto más hollywoodense que jamás haya visto rozando la excelencia en Colombia, pero sin alcanzar esa honestidad narrativa, esa exposición más libre y menos planeada de nuestros pecados y magia que otras películas si han logrado. 3/4 de película hermosos. Una historia que mira con buenos ojos al Padrino.

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