FIGHT CLUB (1999)


No quiero hacer corrección política ni ponerle una corrección moral al valor de los personajes de cualquier película, pero simplemente no se puede salir a disfrazarse de Tyler Durden o amar a los personajes por lo que quieren decir. Aquí no hay otra cosa que una organización terrorista pura y dura, fascismo disfrazado de anarquía. Sin embargo, es notable apreciar su enorme valor estético, su entretenimiento y terror, la genialidad de las formas de todos los apartados en los que se incluyen las ideas narrativas como lo que hacen con los saltos, los giros de la historia, los huevos de pascuas regados y la ruptura de la cuarta pared. Son ideas que aún hoy en día pueden ser realmente frescas y molan muchísimo. 

Todos tenemos cuestionamientos al capitalismo salvaje que nos carcome en nuestras oficinas, o con los políticos o incluso con esas historias de instagram de gente que consideramos superficial e hipócrita, lo que en 1999 era la televisión por cable. Todos tenemos ideales rebeldes, que quieren desmontar todo este aparato montado de falsa felicidad. Y la primera parte nos estimula tales ideales, tales convicciones de escaparnos del sistema. Lo que hace en realidad es engatusarnos para manipularnos y su logro es convencer a muchos de que, al pasar a la segunda mitad debe seguir estando bien esa rebeldía. Cuando ocurre la escena del tendero asiático que deseaba estudiar veterinaria las cosas pasan de castaño a oscuro, todo de ahí en adelante en la historia se vuelve repulsivo, mórbido, cínico y hace cuestionar no al sistema sino a nosotros como espectadores ya manipulados. 

Si somos justos, no sé si echarle la culpa a los espectadores por haberla tomado por el lado que no era, pero muchos se aferraron a los personajes y los volvieron iconos. Si, están escritos como nada, son de una profundidad y originalidad única pero lo que dicen y que te estimule en vez de cuestionarse, es de revisarlo. Yo no veo diferencia entre el asesino de Seven y el papel brutal y supramoderno de Brad Pitt, aquí. 

La fotografía es espectacular: el granito, la tonalidad de colores de Fincher y las actuaciones son magnéticas, puedo ver embobado a Edward Norton todo el día. El uso de la imagen, y la publicidad y los ángulos y los paneos es increíble, de razón el estilo de Fincher fue amplia mente perseguido en esos primeros años de los dosmiles. También hay que decirlo, es larguísima, y francamente no se puede creer hoy en día que esa realidad en donde suceden esas cosas sea la misma nuestra. Es una espectacular película en el lenguaje de los tecnicismos e ideas del cine, pero no hay nada que admirar.

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