AVENGERS ENDGAME (2019)
Hay frases de cajón en la crítica de cine y una de ellas es la que promulga que muchas veces se quiere que el espectador tenga que apagar su cerebro y que no haga muchas preguntas, dejándose llevar al ver una película. En EndGame, es tal la emoción que el espectador se ve obligado a hacerlo solo, sin presiones, ni culpas. Y lo apaga, porque nadie entiende como una película tan rota, en cada decisión de guion, funciona tan espectacular.
Piensen cada una de las decisiones que han tomado los guionistas con respecto al viaje temporal, a la división de los equipos y el ritmo de las muertes: siempre alguien encuentra un pero, un vacío, una vía alterna y un argumento que se dirige a quedar incompleto o inconforme con su respectivo personaje favorito.
Marvel y los hermanos Russo logran por fin, lo que he venido pidiendo a lo largo de todos estos años: impacto sentimental. Los primeros 20 minutos son a mi parecer absolutamente brillantes, dándoles colores humanos y emocionales a los personajes por fin, sin verlos aislados y reducidos al chiste, al entretenimiento ligero o al fan service. Las actuaciones brillan, las lágrimas caen. El segundo acto, es denso, algunas veces aburrido y con cosas innecesarias, pero al llegar al tercero las cosas estallan a niveles inconmensurables por cantidad y por calidad.
Nada supera el momento capi con cierto elemento de ferretería nórdica. Emociona mucho, divierte, al fin y al cabo, es una conexión establecida de pasos pequeños con nosotros todos estos años. Pero creo que sus giros, algunas veces me resultan demasiado inorganicos, casi convenientes.
Pero…
No puedo negar un factor que Infinity War logró: solidificar un villano retador, magno, duro, interesante. Al que se bajan en un santi amen. Una vez tomada esta decisión se anula esa solidificación. Thanos ya no conoce a nuestros héroes. No es el mismo villano. Nuestros héroes no pueden tomar una venganza con el ejecutor de su más grande querella. Lo vencen débil y luego se cambia al villano por un reto menor trayendo a un Thanos cualquiera, a un Thanos que no fue el que los derrotó por primera vez, el Thanos que pudo ver con quien se enfrentaba.
Piensen cada una de las decisiones que han tomado los guionistas con respecto al viaje temporal, a la división de los equipos y el ritmo de las muertes: siempre alguien encuentra un pero, un vacío, una vía alterna y un argumento que se dirige a quedar incompleto o inconforme con su respectivo personaje favorito.
Marvel y los hermanos Russo logran por fin, lo que he venido pidiendo a lo largo de todos estos años: impacto sentimental. Los primeros 20 minutos son a mi parecer absolutamente brillantes, dándoles colores humanos y emocionales a los personajes por fin, sin verlos aislados y reducidos al chiste, al entretenimiento ligero o al fan service. Las actuaciones brillan, las lágrimas caen. El segundo acto, es denso, algunas veces aburrido y con cosas innecesarias, pero al llegar al tercero las cosas estallan a niveles inconmensurables por cantidad y por calidad.
Nada supera el momento capi con cierto elemento de ferretería nórdica. Emociona mucho, divierte, al fin y al cabo, es una conexión establecida de pasos pequeños con nosotros todos estos años. Pero creo que sus giros, algunas veces me resultan demasiado inorganicos, casi convenientes.
Pero…
No puedo negar un factor que Infinity War logró: solidificar un villano retador, magno, duro, interesante. Al que se bajan en un santi amen. Una vez tomada esta decisión se anula esa solidificación. Thanos ya no conoce a nuestros héroes. No es el mismo villano. Nuestros héroes no pueden tomar una venganza con el ejecutor de su más grande querella. Lo vencen débil y luego se cambia al villano por un reto menor trayendo a un Thanos cualquiera, a un Thanos que no fue el que los derrotó por primera vez, el Thanos que pudo ver con quien se enfrentaba.
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