THE LION KING (2019)


La reacción que alcancé a ver en la mayoría de las personas fue un desprecio absoluto, o un buen encanto debido a la nostalgia y la buena representación. En realidad, nadie puede amar algo así, porque la primera ya nos pegó primero en todos los aspectos en donde esta quiere ser importante sentimentalmente hablando. Soy del segundo grupo.

Fravreau es un director limitado en creatividad, pero disciplinado en enfocarse en impulsar la creatividad de otros para luego poner ese ceño de edición. Su misma limitación me producía antes una tibia aceptación, pero ahora se gana mi respeto por que logra impulsar cualquier maquina con muy poco y sin mucho riesgo. Esa máquina tiene que llegar a un puerto y ese puerto son los mil millones. 

Pero no es solo eso, Favreau es demasiado respetuoso, para muchos demasiado tímido. No le gusta el riesgo, identifica un tono y avanza en él. Y es ese mismo respeto extremo es lo que me parece demasiado cínico criticarle de esta versión, si Favreau hacia algo que rompiera con la obra que más recordamos de la historia lloverían aún más críticas. Es por eso que el espectador siente esa zona de confort al ver que hay tramos idénticos desde el minuto uno y otros donde no hay oportunidad de cambiar sino de complementar. Pero eso significa también, que se vayan los errores de antes en el paquete y que eso se note.

Visualmente es súper estimulante, es increíble y es seductora, su fotografía realista enfatiza en una escenografía que sí, pierde magnificencia y escala pero que gana en detalles. Algunas escenas son aún más conmovedoras y los complementos de la historia aportan material. Timón y Pumba son la base de esta renovación energética pero lo que logra la actuación y carácter de un señor actor como Chiwetel Ejiofor es digno de resaltarse: es un mejor villano, es uno menos estúpido, menos simple y con una profundidad y carácter espectacular, sin duda lo mejor de la película. En esta versión también gana mucho Sarabi y Shenzi. Pero se siente que hay que complementar la personalidad del Simba final y una que otra justificación del héroe.

La versión animada resulta mucho mejor, pero no puede negarse nunca que es una buena película, una sólida puesta en escena que hace bien las cosas, que entra por los ojos y por los oídos, que refuerza la conexión con los personajes que siempre hemos tenido y que hace una muy fuerte apología a nuestra etapa infantil. Incluso con algo de manipulación.

También es necesario empezar a aceptar que hay escalas, que nadie ha dicho que es una obra maestra y que solo resta decir cuan buena es una película y cuando trasciende más allá de las fronteras racionales y objetivas. Esta pega en todos sus objetivos, pero no quiere trascender a más, precisamente por demasiado respeto ¿Demasiado respeto es algo malo? En arte tal vez sí.

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