FORD V FERRARI


Es tan delicioso este plato, que solo se me ocurren pésimas comparaciones gourmet con la película. Hay actuación, hay gusto por contar una historia clásica, un carisma de un estilo por contar esto tan interesante entre los diálogos sofisticados de este sueño pop y corporativo. Es una idea de guion sobradísima, contar la historia de un éxito como si fuera el día D de las carreras gringas, se hondea el sentimiento de que “esta es la grandeza de los americanos”. 

Y lo hay, pero lo que más tiene es estilo, un estilo para elevar a punta de planos deliciosos y movimientos deliciosos de cámara, que se llevan por delante todo lo técnico que haya visto este año, secuencias de carreras grabadas con espectáculo, pero con tiempo, con detalle, con luz, con planos simbólicos. Hay curvas y efectos de noche, luz, lluvia. Los fanáticos del automovilismo estamos contentos: nos han dado la mejor película de este calibre en décadas, sobre todo por que respeta el estilo y el lujo de las curvas, la idea de poder de superar la velocidad y el tacto por los motores. Aquí brillan las carrocerías. 

Pero además de lo técnico, en lo que va sobrado (en serio las carreras se entienden, hay espectáculo y mucho estilo en las texturas de la velocidad, además de que la producción de set es inmersiva porque el escenario es como una capsula directa de tiempo al 65), los personajes históricos están llevados con el divismo y fantasía que merecen, son hasta clichés sí, pero magnéticos, profundos y acompañados por unos diálogos que todo lo ponen memorable. Y esto se logra debido a que Christian Bale en su nivel quiere jugar con Matt Damon, es un galanteo de actuación, un equipo, un juego lleno de la química que Shelby y Miles generaban como para lograr juntarse y hacer un logro con la Ferrari más dominante de la historia con sus carros. Eso fue una proeza de la experticia. 

Lo otro que convierte a Ford v Ferrari en la gran película del año es que se puede explicar por fin que es lo que hace la edición: le pone un ritmo musical, corta y cambia cuando debe y mantiene la atención del espectador en el movimiento sin que pierda nada de su observación, para nadie es perceptible su basta duración, porque se quiere ver más, porque golpea donde debe cuando debe y adelanta todos sus fallos (algunas escenas dan la impresión de darle gusto al espectador). Todo está medido a lo que nos quieren mostrar con ese sobrado estilo. El logro de Ford V Ferrari no es solo demostrar que pese a perder o ganar, lo que importa es estar en la carrera, sino que demuestra que Hollywood sí se compromete a hacer lo mejor que pueden hacer en cine a la americana, importándole lo que cuenta y como lo cuenta, puede hacer un peliculón técnico, moderno y artístico como este. Qué delicia.

★★★★★

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