ONCE UPON A TIME IN HOLLYWOOD (2019)

Lo que ha llevado al éxito a Tarantino no es solo ver reflejado su estilo y sus ideas porque sí, en la violencia y en la forma de su narración, sino en el impacto de lo que cuente y cuán bien lo cuente. Cuando no se siente que hubo violencia gratuita, cuando tiene un marco, un escenario, una tensión construida que llega a esa única forma de imponer la violencia, ese éxito del estilo de como la representa. No es querer ver violencia es querer ver una historia.

Érase una vez en Hollywood son dos películas: una de dos horas que cuenta la historia de dos personajes, la de DiCaprio, que quiere dar sentido a su carrera y la de Pitt que es como una exposición de “como vive un hombre con sus super poderes en un set muy bien puesto de los sesentas”, Por su parte la actuación de Margot Robbie es anecdótica. La segunda película es una escena gore de la tortura de unas chicas de una secta a manos de Pitt. La escena del lanzallamas se siente innecesaria, ahí, se demuestra todo.

Esto es una fantasía de Tarantino de dos horas y media que sufre para cerrar la historia de DiCaprio, pero que al final, lo logra por la enorme actuación de este. Es un juego de Pitt en la fantasía de Tarantino que rinde homenaje al Hollywood de los sesentas. Es una película que intenta imponer su estilo al final de la función, cuando ha intentado hacer otra cosa durante dos horas, previas.

Un sueño húmedo de un director cuya idea no resulta tan contundente como para armar esta historia. Pongo otro ejemplo para cerrar: la fiesta de la piscina donde Steve Mcqueen hace una exposición algo tonta e innecesaria de la historia de Polanski y Sharon Tate. No se ve bien, no hay pulso, no hay talento para manejar la idea, no es solo romper la cuarta pared es romper la credibilidad del maquillaje y de la historia.  Hay que revisarse la duración de sus películas porque Kill Bill separada, Django, Pulp Fiction y Reservoir Dogs son evidentemente mejores películas que demuestran que algo le pasa a Tarantino.

★★1/2